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Utilizamos la simulación para que nos ayude a predecir, corregir, mejorar y optimizar tareas, operaciones o procesos. Sin embargo, estos entornos no están conectados con los elementos de control que se utilizan en la realidad y que gestionan el comportamiento de válvulas, bombas, robots, etc. No es suficiente simular; es necesario introducir toda la parte de control y de esta manera tener en cuenta posibilidades que no se analizaban. Esto se conoce como puesta a punto virtual.
La necesidad de conocer de antemano el resultado del comportamiento de una acción dada viene de lejos en la historia: cuando íbamos de cacería y nos preguntábamos qué teníamos que hacer para que nuestra flecha alcanzara el objetivo deseado: nuestra cena. A partir del conocimiento de las leyes físicas y, más adelante, con la revolución industrial comienza la demanda de toda una serie de máquinas que hacen nuestra vida más fácil. Adicionalmente, crece de manera indefinida la gestión de los recursos naturales, algunos dedicados a suministrar la energía requerida para mover, impulsar, volar, alimentar, etc.
Con la llegada de las herramientas informáticas se comienzan a desarrollar aplicaciones para poder simular situaciones en donde el resultado final dependía de muchas variables y era imposible de predecir. Las simulaciones empiezan a ser cada vez más complejas para poder tener en cuenta más posibilidades; además, se introduce la animación 2D y 3D en las simulaciones para poder “ver lo que sucedería si…”. Temas como análisis de interferencias entre los diferentes elementos cobran relevancia cuando se simulan objetos como robots, utillajes, humanos, etc.