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A lo largo del último siglo y medio, fundamentalmente a partir del final de la Segunda Guerra Mundial, la Humanidad está satisfaciendo una parte importante de sus necesidades energéticas con la combustión de los hidrocarburos que produce (gas y petróleo).
Aunque se sitúa fuera del enfoque y finalidad de este artículo, que publicaremos en dos partes, la segunda en un próximo número y titulada “El gas natural no convencional: la fracturación hidráulica”, los hidrocarburos están suponiendo para la Humanidad mucho más que un combustible que poder utilizar. La gestión que el hombre está realizando de la riqueza que la disponibilidad y empleo de hidrocarburos lleva generando durante más de un siglo ha propiciado -o ha ayudado a propiciar- que el incremento del conocimiento -sobre todo técnico, pero también humanístico- esté permitiendo a la Humanidad traspasar fronteras de desarrollo y de bienestar inimaginables tan solo una o dos generaciones atrás.
Actualmente sabemos ya que los hidrocarburos no convencionales representan un potencial energético enorme. Sin embargo, es un tipo de recurso que hasta hace muy poco tiempo (dos o tres décadas) la Humanidad no sabía cómo producir, ni siquiera era plenamente consciente de su existencia, ni incluso de su noción. El concepto de hidrocarburos no convencionales es un aspecto del conocimiento humano que el incremento del desarrollo científico y técnico ha permitido solo muy recientemente abordar, entender y gestionar. Saber qué son y cómo producirlos es probablemente un avance científico-tecnológico que hoy en día todavía no somos capaces de evaluar en su correcta importancia. Ahora la Humanidad está capacitada para gestionar correctamente este importante recurso energético, y lo va a hacer, y muy posiblemente eso va a representar una “nueva revolución energética”.