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Debido a aspectos medioambientales y económicos, la biomasa lignocelulósica es la materia prima de elección para la producción de biocarburantes avanzados. En los procesos de pretratamiento, hidrólisis y bioconversión de azúcares en biocarburantes, existen diversas alternativas biotecnológicas que son analizadas en el presente artículo
La Unión Europea ha desarrollado en los últimos años una política estratégica conjunta en el marco de las energías renovables. La directiva 2009/28/CE establece que, para el año 2020, el 20% del consumo final de energía del conjunto de los Estados debe proceder de fuentes de carácter renovable; el 10% de este consumo renovable debe estar destinado específicamente al sector transporte.
Por “biocombustible de primera generación” se entiende, en general, el etanol producido a partir de cultivos con un alto contenido de azúcar (como la remolacha azucarera, la caña de azúcar y el sorgo dulce), almidón (como el maíz, el trigo y la yuca), biodiesel de semillas oleaginosas (como la soja, el girasol, la colza o la palma), o de grasas animales y aceites vegetales puros [1]. En la mayoría de los casos estas materias primas también pueden utilizarse como alimentos y piensos. En octubre de 2012 la Comisión publicó una propuesta con el objetivo de limitar el uso de biocombustibles procedentes de cultivos, que no podrá superar el 5%, para alcanzar la meta del 10% marcada en la directiva.