Empresas Premium
Aunque el capitalismo es un vehículo inigualable para satisfacer las necesidades humanas, mejorar la eficiencia, crear trabajo y generar riqueza, está bajo sospecha. La pérdida de confianza de la sociedad en las empresas está haciendo que los líderes políticos tomen medidas que no favorecen el crecimiento económico. Las empresas están atrapadas en un círculo vicioso.
Por otro lado, la Responsabilidad Social Corporativa o Empresarial no ha sabido relacionar adecuadamente la empresa a la sociedad. Tenemos que redefinir los límites del capitalismo al conectar mejor el éxito de las empresas con los avances de la sociedad, ya que permite que se abran muchas formas de atender nuevas necesidades, ganar eficiencia, crear diferenciación y expandir mercados. Se trata de crear valor económico creando valor social.
Una excelente evolución de la RSC lo constituye la teoría del valor compartido liderada por el profesor Michel Porter y enunciada en su artículo “La creación de valor compartido, Cómo reinventar el capitalismo y liberar una oleada de innovación y crecimiento”.
Buena parte del problema se halla en cómo hemos desarrollado el sistema capitalista en los denominados “sistemas del bienestar”. Su esquema está basado en tres pilares:
• Las empresas. De acuerdo a la concepción del modelo de Milton Friedman y demás pensadores de la Escuela de Chicago, próximos a liberales clásicos como Adam Smith y Friedrich Von Hayek, solo mediante la búsqueda infatigable del interés particular los empresarios pueden contribuir a fomentar el interés general. Consideran que:
- Las empresas únicamente responden ante sus accionistas por su rendimiento económico, que es, en esencia, su razón de ser.
- Su aporte al bienestar de la comunidad es a través del pago de impuestos, de la generación de empleo y de la oferta de productos y servicios de calidad.
• El Estado, cuya misión es triple:
- De un lado, regular adecuadamente los mercados para que estos funcionen bien, como ha quedado claro en la actual crisis financiera. Deben de evitar las prácticas explotadoras, injustas o engañosas. Por ejemplo, es esencial que exista una estricta política antimonopolios para asegurarse que los beneficios del éxito de las empresas lleguen a los clientes, proveedores y empleados
- Por otro lado, recaudar impuestos e imponer unas tasas a las externalidades empresariales (costes sociales de los que no se hacen cargo las corporaciones, como la contaminación).
- Finalmente, redistribuir adecuadamente este dinero entre la sociedad, principalmente de acuerdo con las organizaciones sociales. La cuestión siempre pendiente es si verdaderamente el Estado es más eficiente que las empresas privadas en esta redistribución.