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España se postula, junto al Reino Unido, Polonia y, aunque haya pasado desapercibido, también Dinamarca, como uno de los estados miembros a la vanguardia de la exploración de hidrocarburos no convencionales en Europa. La industria calcula que 2016 podría ser el año donde se empezarán a perforar los primeros pozos exploratorios si los plazos administrativos se cumplen.
La cuestión del millón es la de predecir dónde empezarán los trabajos. El mayor potencial de gas natural no convencional, o shale gas, se encuentra en la cuenca vasco-cantábrica y, específicamente, en determinadas zonas de Castilla y León, Castilla La-Mancha, País Vasco, Aragón y la Comunidad Valenciana. Los proyectos del Norte son a día de hoy los que están más avanzados, aunque todas las compañías que deseen explorar deberán pasar primero por el proceso obligatorio de Estudio de Impacto Ambiental (EIA).
Seguridad
A diferencia de otros países de nuestro entorno, España ha decidido incluir el trámite del EIA de manera obligatoria por ley, incluso en la fase de exploración. En la práctica, esto se traduce en la realización por parte de las empresas de una serie de estudios -arqueológico, geomecánico, hidrogeológico, biológico, de sismicidad, de gestión de residuos, de recursos hídricos y un largo etcétera- para su valoración por las administraciones competentes. Estos documentos son consultados con diferentes estamentos y organizaciones interesadas, incluidos ayuntamientos, ONGs, organismos de cuenca, ciudadanos, etc. El EIA incluye también una fase de información pública, por lo que la transparencia es total.
Las compañías que forman parte de Shale Gas España han asumido estos requisitos –que conllevan recursos extras, tanto humanos como económicos– como la mejor manera de demostrar la seguridad de sus proyectos, algo que, a estas alturas del debate, no debería sorprender. La experiencia de los Estados Unidos, donde la producción de hidrocarburos no convencionales se ha traducido en un verdadero boom para la economía, tiene dos caras para la industria en España: la positiva es que las compañías van a poder utilizar las mejores prácticas y aplicar la tecnología más puntera; la negativa, que hemos heredado una serie de falsos mitos e incidentes fuera de contexto que se han elevado al rango de verdades. Uno de los más recurrentes es el de la gestión de las aguas de retorno o flowback, o la sismicidad inducida asociada a la técnica de la fracturación hidráulica.
A día de hoy, son muchos los organismos nacionales e internacionales, como el Consejo Superior de Colegios de Ingenieros de Minas, el Ilustre Colegio Oficial de Geólogos, la Agencia de Salud del Reino Unido, el Consejo Científico Consultivo de las Academias Europeas, la Asociación para la Defensa de la Calidad de las Aguas (Adecagua), o la Real Sociedad de Londres para el Avance de la Ciencia Natural, que se han pronunciado recientemente sobre los proyectos de gas no convencional. Todos concluyen que los riesgos asociados con la técnica del fracking se conocen, son bajos y, lo más importante, se pueden gestionar mediante la aplicación de una legislación estricta y las mejores prácticas de la industria.