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Una emergencia siempre va a caracterizarse por tener un carácter súbito e indeseado. Y, ante ello, resulta primordial salvar las vidas de las personas en riesgo y minimizar los daños que puedan repercutir tanto en la organización en sí como en la comunidad en donde se encuentra. Para ello es necesario contar con una adecuada planificación y prevención de cualquier situación de riesgo.
En las últimas décadas son numerosas las catástrofes, accidentes e incidentes, que han tenido un gran impacto en la sociedad, y, en muchas ocasiones, han dejado entrever las deficiencias a la hora de planificar, gestionar y/o dar respuesta ante una situación de emergencia. Más recientemente se produjo un accidente químico en la población de Igualada (Barcelona), lo que supuso que más de 60.000 personas se quedaran encerradas en sus domicilios ante una visible nube anaranjada que cubrió toda la comarca. Durante el evento se tuvieron que activar y coordinar numerosas dotaciones de bomberos de la Generalitat, mossos d’esquadra, servicios de emergencias médicas y asociaciones de voluntarios, entre otros.
La industria química, debido a sus características, hace que sea especialmente importante la planificación y prevención de cualquier situación de riesgo que pueda afectar a la seguridad de las personas y al entorno que les rodea. La evolución vivida por la industria en los niveles de seguridad se debe a unos mayores controles y una legislación cada vez más exigente, mucha de ella a raíz de accidentes que sirvieron de revulsivo. Es el caso de las Directivas europeas Seveso sobre prevención de accidentes graves para aquellas actividades en las que intervengan sustancias peligrosas. O, más recientemente, la Ley 8/2011 sobre Protección de Infraestructuras Críticas, dirigida a la prevención y protección de aquellos servicios estratégicos para la ciudadanía, entre los que se encuentra la industria química.