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La gestión de residuos orgánicos se ha consolidado en plantas de tratamiento que priorizan tratamientos biológicos (compostaje, metanización), y coexisten instalaciones sencillas con complejos ecoparques de grandes dimensiones. En este trabajo se abordan parámetros clave para el estudio de dichas plantas, destacando los índices respirométricos y otros aspectos recientes para determinar de forma fiable su rendimiento y eficacia.
En los últimos años la proliferación de instalaciones de gestión de Residuos Sólidos Urbanos (RSU), estén separados o no en origen, mediante compostaje, digestión anaerobia o la combinación de ambas tecnologías, ha aumentado exponencialmente en muchos países desarrollados o en vías de desarrollo. Estas tecnologías han pasado a substituir, en gran medida, las vías clásicas finalistas como la incineración o el vertido controlado, que disminuyen año a año en la mayoría de países europeos.
Todas estas instalaciones (a menudo denominadas plantas de tratamiento mecánico-biológico o MBT, ecoparques o simplemente plantas de tratamiento de RSU) requieren algún pretratamiento mecánico para obtener materiales reciclables y residuos principalmente orgánicos, que se tratan posteriormente utilizando tecnologías biológicas. El material resultante es, en principio, un material orgánico estabilizado que tiene una amplia variedad de usos dependiendo de su calidad (por ejemplo, agrícola u hortícola, restauración, etc.). Los productos de estas instalaciones son compost, materiales estabilizados o digestatos, según el tratamiento o el origen de los materiales de partida.