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Una de las operaciones de proceso más comunes en la industria farmacéutica y alimentaria es el calentamiento de una disolución, una suspensión líquida (slurry) o un polvo mojado, con la finalidad de eliminar la humedad y obtener un producto sólido y seco. La razón que existe tras el proceso de secado no es más que la de facilitar el manejo del producto, como podría ser el encapsulado de pastillas farmacéuticas, la óptima conservación del producto o la ventaja económica que supone la reducción de peso y volumen para el transporte de los productos finales.
La gran mayoría de los productos sólidos orgánicos, ya sean naturales o procesados por la industria, y que se encuentran en forma de polvo o granel, poseen un riesgo potencial de explosión si se encuentran en condiciones ideales de inflamabilidad, dispersión en forma de nube o capa, diámetro de partícula inferior a 0,5 mm, concentración del producto entre LIE y LSE, óptima concentración de oxígeno, presencia de una fuente de ignición efectiva en relación con la energía mínima de ignición de la sustancia EMI, etc. La paradoja a la que se enfrentan los procesos de secado es tal que cuando terminan de realizar su función (eliminación de la humedad) es cuando el sólido seco posee mayor riesgo de explosión. La siguiente gráfica (Figura 1) muestra una curva en el que se confronta la energía mínima de Ignición de varios productos orgánicos respecto al porcentaje de humedad en el sólido.