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Los químicos orgánicos han descubierto las ventajas de los reactores que los ingenieros químicos llevamos casi dos siglos diseñando y mejorando. Un ritmo mantenido de más de mil publicaciones al año lo avala. Le está tocando ahora a la industria incorporar la química de flujo, en la que todavía va muy rezagada. Los reactores de la química de flujo acostumbran a ser tubulares y conceptualmente se dividen en una serie de partes, lo que puede ayudar a comprender qué procesos son susceptibles de ser adaptados a la química de flujo. Esta abre la puerta a reacciones más rápidas y en condiciones más drásticas, por lo que síntesis que a día de hoy no son viables pueden legar a serlo en química de flujo.
En 1736 Joshua Ward idea una síntesis de ácido sulfúrico a pequeña escala con aparatos de vidrio. La síntesis, aún de laboratorio, fue mejorada en 1747 por John Roebuck al sustituir los recipientes de vidrio por cámaras de plomo. Finalmente, en 1827, se incorporaron sistemas de recirculación y columnas de absorción a contracorriente (torres de Glover y de Gay-Lussac) que permitieron desarrollar el que se considera como el primer proceso continuo de la industria química. Se puede mencionar que la última planta de este tipo cerró en ¡1973!