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En el contexto de la gestión financiera, se emplean habitualmente dos términos para clasificar los movimientos de efectivo: gastos de capital (CAPEX-Capital Expenditure) y gastos de explotación (OPEX-Operational Expenditure). Ambos son como hermanos, cohabitan en el mundo empresarial y se necesitan uno al otro, son complementarios y, sobre todo, ambos indicadores son representativos y muy útiles para analizar la situación en la que se encuentra una compañía.
El Capex se refiere al gasto que realiza una empresa en activos para mejorar sus ingresos, como, por ejemplo, bienes de equipo, vehículos, equipos informáticos, maquinaria para hacer más eficiente el negocio, etc. El Opex es el gasto necesario para llevar a cabo la actividad, como las nóminas, los impuestos, gastos de alquiler, etc. Así, el Capex determina la inversión en bienes que aportarán rentabilidad al negocio, y el Opex, el gasto de la empresa en sus operaciones corrientes, su gasto de explotación en busca de la excelencia operacional.
Por lo general, una vez superada la primera etapa de vida de una empresa, en la que el Capex es alto para poder comenzar su actividad profesional y hacer crecer el negocio, pasa a centrarse en el mantenimiento de sus activos y el nivel de ventas, hasta llegar el momento en el que la inversión en activos para mantener el modelo productivo es inferior a su desgaste. De igual modo, pero en sentido inverso, ocurre con el Opex: varía, al igual que el Capex, en función del ciclo de la vida de la empresa. No es muy alto en las primeras fases, pero crece cuando necesita mantener sus activos. De esta forma, se situarían en el Capex conceptos como inversiones, desarrollo, expansión; y en el Opex, los conceptos de producción, operativa, ejecución.