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El grafeno genera muchas expectativas por sus excelentes propiedades físicas, y está siendo exhaustivamente estudiado por numerosos grupos de investigación. Hasta la fecha pocas son sus aplicaciones reales. En este artículo describiremos las aplicaciones que, en el campo de la energía, se están desarrollando en el Ciemat.
Introducción
El grafeno es un alótropo del carbono en el cual los átomos se posicionan en los vértices de un hexágono formando una estructura bidimensional (2D) (Figura 1). Es, por lo tanto, un material compuesto por una sola capa de átomos. Esta estructura da lugar a unas propiedades físicas excepcionales: conductividades eléctrica y térmica enormes, dureza, transparencia, flexibilidad y elasticidad extremas, entre otras.
A raíz de la publicación de un trabajo de los investigadores rusos Novoselov y Geim [1], de la Universidad de Mánchester, en 2004, y de la concesión a estos del premio Nobel en 2010, se generaron enormes expectativas sobre este material, realimentadas por la Unión Europea (UE) al seleccionar al grafeno como una de las dos líneas de investigación prioritarias (Flagships) para el periodo 2013-2023, y destinando a ello mil millones de euros. Desde ese momento se produjo una auténtica explosión de iniciativas relacionadas con el estudio de sus propiedades, desde el punto de vista teórico y práctico, y se publicaron miles de artículos de divulgación especulando con las posibles aplicaciones de este apasionante material.