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Desde la entrada en vigor del nuevo Reglamento de Instalaciones de Protección Contra Incendios (RIPCI) el pasado diciembre de 2017, la extinción por aerosoles condensados se encuentra dentro de las opciones para poder proteger un riesgo, al igual que lo son, entre otros, los sistemas por agentes gaseosos, gases inertes o agua nebulizada (que también es incluida por primera vez en el RIPCI).
El RIPCI introduce en España este tipo de sistemas dentro del marco reglamentario, aportando algo muy importante para el sector de la Protección Contra Incendios (PCI), un marco normativo en el que basarse a la hora de diseñar, calcular, instalar y certificar estos equipos.
Pero, ¿en qué consisten los aerosoles condensados? Estos equipos están formados por un compuesto sólido a base de sales que reacciona ante la acción de un actuador pirotécnico, eléctrico o térmico (en función del fabricante); de manera que se inicia una reacción en cadena exotérmica (se genera temperatura en su interior) que produce una descarga en forma de nube del aerosol, la cual está compuesta por elementos sólidos (del orden de μm) y gaseosos, cuyo tipo, tamaño y proporción varía en función de cada fabricante.