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Los biosurfactantes son moléculas anfipáticas que reducen la tensión en las interfases, de manera que permiten incrementar la solubilidad en agua y disponibilidad de ciertos compuestos orgánicos. Este fenómeno es la base de la mayoría de sus posibles aplicaciones ambientales, centradas en la biorremediación de compuestos orgánicos recalcitrantes y metales.
Introducción
Los biosurfactantes son moléculas que tienen un doble carácter hidrofóbico-hidrofílico, lo que les permite reducir la tensión en las interfases orgánico-acuosas, aumentando así la solubilidad en agua y, por tanto, la disponibilidad de ciertos compuestos orgánicos, de forma que puedan ser más fácilmente biodegradados o movilizados [1].
Los biosurfactantes pueden ser producidos por un gran número de microorganismos, que incluyen bacterias, hongos y levaduras. De hecho, las propiedades de un biosurfactante y su coste de producción están definidos por aspectos como la selección del microorganismo productor, el tipo de sustrato y la estrategia de purificación. Los biosurfactantes se utilizan en varios campos, tanto en aplicaciones agrícolas como en las industrias alimentarias, cosméticas y biomédicas.