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El mundo se enfrenta actualmente a una transición de una economía basada en combustibles fósiles a una economía en base biológica (bioeconomía). En este contexto, los residuos agrícolas representan una fuente abundante de biomasa, generalmente de bajo coste, que se pueden revalorizar para la producción de bioenergía y bioproductos.
Introducción
La transición de una economía en base a combustibles fósiles a una verdadera economía “bio” o bioeconomía, se propone como una etapa esencial para hacer frente a los retos globales que actualmente enfrenta la sociedad: cambio climático, degradación de suelo y ecosistemas y demandas crecientes de alimentos y energía. Esta transición se basa en el uso integral de fuentes de biomasa sostenibles con el fin de proporcionar una gran variedad de combustibles y bioproductos. Entre los distintos tipos de biomasa susceptibles de utilización en este nuevo concepto de bioeconomía se encuentra la biomasa lignocelulósica. La biomasa lignocelulósica comprende un amplio rango de materiales de diferente procedencia (p.ej., residuos agrícolas y forestales, cultivos energéticos, residuos agroindustriales y la fracción orgánica de los residuos sólidos urbanos), que constituyen una amplia fuente de materias primas renovables susceptibles de revalorización a través de procesos de transformación adecuados. En este sentido, la biomasa de sarmiento, residuo originado en las operaciones de poda de la vid, representa una fuente abundante y barata de biomasa lignocelulósica residual, que actualmente tiene un uso limitado como combustible en industrias de generación de energía y, principalmente, en aplicaciones domésticas.