Las dificultades para las start-ups y spin-offs en la industria química: de la idea a la producción

Son empresas que surgen muchas veces en el entorno universitario o de centros tecnológicos con el empuje de la investigación y el conocimiento, pero se topan de inmediato con barreras significativas cuando intentan avanzar desde el prototipo hasta la producción industrial. Esto limita su potencial y, en última instancia, frena la capacidad de innovación del sector.

El primer obstáculo que estas empresas emergentes encuentran es la fase de prototipado. Crear un prototipo en química no es tan sencillo como en otros sectores, ya que, requiere laboratorios especializados, acceso a equipos costosos y conocimientos técnicos avanzados. La financiación necesaria para cubrir estos aspectos es elevada, y los recursos de las start-ups suelen ser limitados.

A esto se suma la falta de experiencia en muchos casos para ejecutar procesos complejos a pequeña escala. Aquí, el apoyo de entidades establecidas del sector y de infraestructuras como centros tecnológicos o laboratorios compartidos es fundamental, pero la disponibilidad y el coste de estas infraestructuras representan una barrera que no todas las start-ups pueden superar.

Si la empresa logra desarrollar un prototipo funcional, enfrenta entonces el segundo gran desafío, producir a escala. La industria química es altamente regulada, y escalar la producción para cumplir con normativas de seguridad y sostenibilidad implica un proceso costoso y lento. Cumplir con regulaciones como el REACH en Europa es una carga significativa para estas pequeñas empresas, que muchas veces no cuentan con los recursos ni el personal necesario para navegar los complejos requisitos legales. Además, el acceso a materias primas en las cantidades específicas que necesita una producción inicial puede ser complejo, lo que añade otra barrera a la cadena de suministro y aumenta los costes.

Por otro lado, las dificultades de financiación siguen presentes en cada etapa del camino. Los inversores tienden a ser cautelosos con el sector químico, dada la alta inversión inicial y el largo periodo de retorno de las inversiones. Aunque existen ayudas públicas, los trámites suelen ser complicados y competitivos, y las pequeñas empresas no siempre cuentan con los contactos ni los recursos para acceder a ellas. Esto deja a muchas start-ups en una situación de vulnerabilidad, ralentizando su crecimiento y poniendo en peligro su viabilidad a largo plazo.

Para superar estas dificultades es esencial que, desde el sector y desde las administraciones, se brinde un respaldo real a estas empresas emergentes. En la industria química valenciana, en particular, deberíamos crear un entorno donde estas iniciativas puedan prosperar. Para ello, hay que establecer redes de mentores, facilitar el acceso a infraestructuras de I+D y abogar por un marco regulatorio que tenga en cuenta las necesidades específicas de las start-ups. Si queremos fomentar un ecosistema dinámico, donde las innovaciones químicas puedan desarrollarse y alcanzar el mercado, necesitamos adoptar un enfoque colaborativo, aprovechando las oportunidades de sinergia entre el tejido industrial y los nuevos emprendedores.

La industria química está en una encrucijada, con retos globales que nos exigen agilidad y capacidad de adaptación. Las start-ups y spin-offs pueden y deben jugar un papel crucial en esta transición hacia un modelo más innovador y sostenible. Aprovechemos su potencial, tendamos puentes para que sus ideas encuentren un camino hacia el mercado y logremos así fortalecer la competitividad del sector en la Comunidad Valenciana y en toda España.

Carlos Vivas, director global de la División Estratégica de Performance Chemicals del grupo Zschimmer & Schwarz