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Las producciones mundiales de hidrocarburos son las mayores de toda la historia. La humanidad los ha necesitado para comenzar a progresar, y los seguirá necesitando para mejorar las condiciones de vida de los más pobres, la mayor parte de la población mundial. En este sentido, la exploración realizada ha descubierto los recursos necesarios.
En nuestra sociedad, la producción y el consumo de hidrocarburos está adquiriendo un cierto marchamo de indeseables, de actividades que deben desestimarse y abandonarse en favor de otras que, machaconamente se nos insiste, deben sustituir el empleo de los hidrocarburos, por el bien de la humanidad y del planeta.
Esta apreciación negativa está calando en las sociedades occidentales, especialmente en la Unión Europea (UE), muy significativamente en España, y, muy particularmente, entre los sectores más jóvenes de nuestra población.
El corolario al que esa consideración de actividad nociva está llevando a algunas de las sociedades europeas, España entre ellas, es que la producción de hidrocarburos ha sido ya prohibida en varios países.