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La Unión de Empresas Sidergúrgicas (UNESID) presentó el 2 de junio su publicación sobre Sostenibilidad de la industria siderúrgica Española, 2016, con datos cerrados del pasado ejercicio, en la que se muestran los indicadores económicos, sociales y medioambientales del sector.
La publicación de Unesid permite evaluar el comportamiento y evolución del sector, así como establecer objetivos y metas para futuros ejercicios. Cumplir los tres objetivos de sostenibilidad en lo económico, social y ambiental contribuye a generar más confianza en la industria siderúrgica española y en el esfuerzo que realiza por lograr un desarrollo sostenible que continúe aportando riqueza y bienestar al país, aseguró el director general de Unesid, Andrés Barceló.
Así, el contenido se estructura en los tres pilares fundamentales de la sostenibilidad, los tres objetivos fundamentales para lograr el desarrollo sostenible: económico, ambiental y social. En el económico, analiza la capacidad para contribuir al desarrollo de la economía y al crecimiento a todos los niveles (el valor económico generado y distribuido por el sector ascendió en 2015 hasta los 11.187 millones de euros, con 60.000 personas empleadas y una distribución en retribuciones salariales por importe de 1.460 millones de euros, además de inversiones que superan los 300 millones de euros); en el social, traslada los principios básicos sectoriales de preocupación por los trabajadores, sus condiciones de trabajo y su seguridad (25 millones de euros en inversión en formación, tasas de frecuencia de accidentes del 12), y, en el ambiental, manifiesta su empeño en lograr la mayor compatibilidad entre la actividad social de las empresas y la preservación de la biodiversidad y los ecosistemas (el 75% de acero fabricado en España se hace a partir de chatarra, y en la actualidad el 97% de los subproductos de la industria siderúrgica pueden reciclarse).
Y todos estos retos se plantean, como señaló también Andrés Barceló, en un entorno marcado por una globalización que ha condicionado una fuerte y, en algunos momento, no regulada competencia. “En el momento actual las empresas chinas están inundando los mercados europeos con materiales a precios de derribo, lo que pone en riesgo miles de puestos de trabajo de la industria europea. La situación genera un efecto perverso: importamos CO2 de China y les exportamos empleo, eso sin citar el impacto ambiental en sus lugares de producción o las condiciones laborales que en cierta forma favorecemos. Si la UE concede a China el estatus de economía de mercado, será imposible aplicar los instrumentos de defensa comercial contra sus importaciones desleales”, afirmó.