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Científicos de la Academia China de las Ciencias y del CREAF firman un artículo, en la revista National Science Review, en la que advierten que las plantas de tratamiento de aguas residuales que trabajan con biotecnologías ambientales (la gran mayoría), son la fuente de super patógenos a la que hay que prestar más atención.
“La pandemia de COVID-19 ya ha demostrado como los virus se propagan y detectan en los sistemas de tratamiento de aguas residuales, pero se ha hecho poco para eliminar la amenaza sanitaria de los superpatógenos”, comenta Josep Peñuelas, el autor del CREAF, “hacerlo requiere entender que existe una sola salud, porqué la salud humana, animal y la de los ecosistemas están interconectadas, y que hay un ciclo microbiano entre el medio ambiente, los animales y los seres humanos”.
Las plantas de tratamiento de aguas residuales que funcionan con tecnologías ambientales (llamadas EBTs por sus siglas en inglés) utilizan microbios para degradar los contaminantes de forma económica. Según el artículo, las EBTs son valiosas para purificar las aguas residuales, pero también conllevan riesgos, porque son incubadoras de patógenos y genes de resistencia antimicrobiana, lo que las convierte en focos de superpatógenos. “Los microbios utilizan estrategias para sobrevivir a los contaminantes que son muy parecidas a las que utilizan para resistir a los antimicrobianos”, comenta Peñuelas. “Por ello, durante el funcionamiento a largo plazo de estas plantas de tratamiento, los patógenos se multiplican, intercambian genes y evolucionan para resistir y sobrevivir a los múltiples contaminantes de estas aguas, lo que desgraciadamente los lleva a aumentar también su resistencia a los fármacos antimicrobianos”, añade.
Los superpatógenos de las plantas de tratamiento de aguas pueden transferirse a los seres humanos principalmente a través del contacto accidental con el agua regenerada (la que sale ya tratada de la planta) y con los bioaerosoles (micropartículas de agua que pasan al aire debido a las burbujas y al movimiento de las mismas aguas). También a través de los alimentos contaminados por los efluentes de las plantas de tratamiento que riegan campos de cultivo. En este sentido, los investigadores piden una estrecha colaboración entre la comunidad investigadora, la industria y el gobierno para reducir estas posibilidades de contacto y reducir la amenaza en la salud mundial. " Conócete a ti mismo y conoce a tu enemigo para evitar ser derrotado, nos comentan nuestros colaboradores chinos", añade Peñuelas.
En el artículo el equipo internacional reflexiona sobre varias opciones para reducir estos riesgos. En primer lugar, comprender mejor cómo evolucionan los superpatógenos en las plantas de tratamiento EBT a escala mundial, investigar y supervisar qué superpatógenos emiten las EBT y hacer un seguimiento de sus destinos en diversos entornos. En definitiva, investigar para poder informar al público qué entornos y productos contaminados hay que evitar y, lo que es más importante, ayudar a los gobiernos a supervisar adecuadamente la industria de las EBT. En este sentido, los autores llaman a los gobiernos a reconocer la amenaza para la salud pública que suponen los superpatógenos procedentes de las plantas de tratamiento. Un reconocimiento necesario para que se empiece a orientar al público, supervisar a la industria (establecer normas más estrictas que limiten los patógenos microbianos que puede emitir una planta de tratamiento de aguas) y apoyar la investigación.
Otra recomendación implica implementar tecnologías sustitutivas o complementarias a las actuales para desinfectar estas aguas, que no solo eliminen carbohidratos y nutrientes tradicionales, sino que eliminen también los superpatógenos. Por ejemplo, la vermifiltración asistida por macrófitos, que puede tratar eficazmente las aguas residuales, ya que las lombrices pueden consumir y eliminar los patógenos. O implementar procesos de desinfección sostenibles, por ejemplo, las tecnologías eBeam y de nanoburbujas. Por un lado, la tecnología eBeam utiliza haces de electrones para la desinfección y la degradación de contaminantes; por otro lado, la tecnología de nanoburbujas utiliza burbujas diminutas sin productos químicos para degradar contaminantes e inactivar patógenos.