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Estos días la energía nuclear está siendo protagonista por la acumulación de noticias relacionadas con los trámites encaminados al cierre de la Central Nuclear de Almaraz (Cáceres). Este cierre, si nadie lo impide, se materializará entre noviembre de 2027 y octubre de 2028. Este cierre se encuadra en los planes del Gobierno de España de cerrar por completo todo el parque nuclear español en el año 2035.
Al ser la energía una parte fundamental del ámbito de la ingeniería industrial, queremos hacer una serie de matizaciones técnicas y económicas en torno al impacto que puede tener en nuestro país la decisión de prescindir de esa tecnología de generación de energía eléctrica.
En cuanto a su importancia en nuestro mix eléctrico, a 1 de enero de 2025, la potencia de generación de energía eléctrica de tecnología nuclear instalada en España supone apenas el 5,5% del total del parque de generación nacional, y, a pesar del relativo poco peso sobre el conjunto, generó nada menos que el 21,4% del total de la energía producida en el año 2023, cifra solo superada por la energía de origen eólico con el 24,7%, cuyos generadores suponen el 24% del total instalado.
La elevadísima capacidad de generación en relación con la potencia instalada es por sí sola muy relevante en lo relativo a su eficiencia como tecnología, pero no es lo más importante. En cuanto al tipo de tecnología, esta es de las consideradas “de base”, ya que permite una generación de energía eléctrica constante y sin interrupciones, que no depende de la disponibilidad del recurso, como ocurre con las tecnologías eólica, solar e hidráulica, por lo que son fundamentales para garantizar el suministro eléctrico a nuestra sociedad.
En caso de desaparición de esta tecnología, su producción ha de ser sustituida por otra tecnología “de base” que garantice el mismo suministro. En ese sentido no debemos temer nada pues en nuestro país ya existe otra tecnología (solo una) en cantidad más que suficiente para suplir a la nuclear: las centrales de ciclo combinado, que queman gas natural para producir la energía eléctrica…aunque esto tendrá un efecto medioambiental muy pernicioso.
En cuanto al impacto en la generación de CO₂, dado que la tecnología nuclear no emite CO₂ ni ningún otro gas o partícula a la atmósfera, su sustitución por la única tecnología que como se ha dicho, a día de hoy, es capaz de generar en igualdad de condiciones (de forma constante y sin interrupciones) la misma cantidad de energía eléctrica (las centrales de ciclo combinado), supondrá, automáticamente, la emisión anual de 20 millones de toneladas de CO₂ equivalentes a la atmósfera que, para poder apreciarlo en su verdadera magnitud, supone aproximadamente el 10% de las emisiones totales de nuestro país, prácticamente lo mismo que las emisiones de nuestro parque automovilístico.
El impacto de emisiones que supondría el cierre del parque nuclear se entiende todavía menos teniendo en cuenta que, actualmente, la Comisión Europea considera que la inversión privada en energía nuclear tiene su papel en la transición ecológica, por lo que el pasado 6 de julio de 2022, el Parlamento Europeo aprobó su propuesta de que se consideren determinadas actividades relacionadas con la energía nuclear como actividades de transición que contribuyen a mitigar el cambio climático.
A nivel internacional, la eliminación de esta tecnología en nuestro país contrasta con su mantenimiento en países como Francia, Bélgica, Reino Unido, Suiza, Finlandia, Suecia y Hungría. Además, se prevé un aumento del 19% del parque nuclear mundial (actualmente compuesto por 356 centrales), gracias a los planes de construcción de 68 nuevas en Argentina, Bielorrusia, Brasil, China, Corea del Sur, Emiratos Árabes, Eslovaquia, Estados Unidos, Finlandia, Francia, India, Japón, Pakistán, Rusia, Taiwán y Ucrania.
La legislación española no establece tiempo máximo de funcionamiento de las centrales nucleares. Mantener el funcionamiento de las centrales más allá del periodo inicialmente previsto en su diseño es compatible con la legislación española en vigor. La vida de diseño de cualquier instalación, convencional o nuclear es un concepto ingenieril, basado en criterios técnicos y económicos, que se establece en la fase inicial del proyecto.
Las centrales nucleares españolas, al igual que las centrales americanas y europeas, tienen una vida de diseño de 40 años. La vida útil, sin embargo, puede superar con mucho a la de diseño si así lo considera el Consejo de Seguridad Nuclear en España, que conoce la vida de la central y se encarga de que sus residuos se traten de manera adecuada. Reactores idénticos a los de Almaraz han conseguido que se prolongue su vida útil al menos hasta los 60 años. Y no hay razón por la que los de Almaraz no sigan funcionando más allá de 2027.